MIEDO A LA OSCURIDAD

MIEDO A LA OSCURIDAD, Centro Óptima

MIEDO A LA OSCURIDAD

Los miedos son manifestaciones, respuestas naturales que se producen en la etapa infantil y que tienden a resolverse de forma natural y espontánea según va avanzando la madurez cognitiva del niño. Pero puede ocurrir que ese miedo sea desproporcionado, disfuncional y que se mantenga en el tiempo, si es así puede que estemos ante lo que denominamos fobia.

Durante toda la infancia existen una serie de miedos que son evolutivos, estos miedos son necesarios para la supervivencia de la especie y por tanto adaptativos. De hecho, a partir de los 6 meses se comienza a tener miedo a las alturas, a las personas extrañas y a separarnos de nuestras figuras de apego. Entre los 2 y 5 años comienzan los miedos relacionados a los ruidos fuertes, a la oscuridad, animales y caretas o disfraces. Entre los 4 y 8 años pueden aparecer miedos relacionados con las tormentas, algunos animales, la separación de los padres, los fantasmas, los monstruos y las brujas. Entre los 6 y 9 años, el miedo a hacer el ridículo es el más común y el que con mayor frecuencia podemos encontrar. Entre los 9 y 12 años, el miedo al fracaso escolar, a tener una enfermedad, al conflicto con los padres y a los accidentes en todas sus variedades (a caerse, de tráfico, de avión…), son los miedos que más aparecen. A partir de los 12 años, el miedo a no saber expresarse, relacionarse o comportarse con sus iguales y el rechazo de éstos son los que más peso tienen.

En este artículo nos vamos a centrar en el MIEDO A LA OSCURIDAD

¿Pero qué es, en qué consiste el miedo a la oscuridad? El miedo a la oscuridad consiste en unas respuestas de ansiedad que se relacionan con factores de tipo cognitivo (preocupación, pensamientos repetitivos y disfuncionales sobre la oscuridad, miedo a que anochezca, aparición de algún ser imaginado como fantasmas, monstruos, etc). Respuestas de tipo psicofisiológico que tienen que ver con cómo responde nuestro cuerpo ante ese miedo, como taquicardia, temblores, rigidez muscular, llorar, náuseas o vómitos, dificultad para respirar, entre otras. Por último, conductas motoras, que tienen que ver con qué hacemos ante ese miedo, que suelen ser conductas de evitación y escape, que en los niños las podemos ver manifestadas como querer dormir acompañado, dejar una luz encendida por si tiene que ir al baño, usar luz anti-miedo (lucecita que se deja toda la noche encendida), dormir con la puerta abierta… En definitiva, este miedo o respuesta de ansiedad permite al niño estar activado y en un estado de alarma con el que conseguirá tener menos probabilidad de ser sorprendido, y por tanto, de sentirse más seguro, pero también, hará que permanezca despierto.

¿Qué podemos hacer?

Cuando es un miedo que podríamos considerarlo fobia, por la desproporcionalidad de las respuestas de ansiedad, la desadaptación que provoca en el niño y en la familia y por la duración que tiene, la intervención psicológica es la opción más adecuada y saludable. Se realizan sesiones de entrenamiento con el niño o niña y en este tratamiento psicológico la participación de los padres es muy importante para aumentar la probabilidad de éxito de dicho tratamiento.

Si hablamos del miedo a la oscuridad evolutivo en edades comprendidas entre 2 y 5 años podríamos:

-Durante el día, se recomienda que duerman una siesta como complemento al sueño nocturno, pero que no sean muy prolongadas o tardías.

-Evitar que se acuesten con exceso de líquido.

-Intentar que no ingieran bebidas o alimentos que puedan facilitar la activación, como es el chocolate o las chuches.

-Intentar no potenciar la angustia o miedos recurriendo a figuras históricas como “el coco”, “el hombre del saco”, “fantasmas”…

-No castigar, ya que aumentará la presión y por tanto, la activación y conseguiremos que permanezca despierto.

-Reflexionar con él o ella qué ha ocurrido ese día que le haya podido generar cierto malestar, como por ejemplo: la escena de una película, una discusión familiar… Escuchar con atención, transmitiendo seguridad, tranquilidad y cariño.

¿Qué dificultades o barreras nos podemos encontrar a la hora de llevar a cabo las pautas anteriores?

En ocasiones, podemos encontrar la dificultad de que estas intervenciones requieren una inversión de tiempo, esfuerzo y constancia por parte de la familia. También pueden aparecer algunas molestias porque al integrar nuevos patrones de comportamientos de higiene del sueño se alteran ciertos hábitos, como tener que acostarse a la misma hora todos los días, incluso fines de semana así como los inconvenientes derivados de tener que eliminar algunas costumbres que puedan alterar el ritmo del sueño, como el uso del móvil o videojuegos.

El miedo a la oscuridad y la dificultad de conciliar el sueño en la infancia es un problema frecuente en la práctica clínica,  además, es comprensible que ante esta situación tendamos a enfadarnos o frustrarnos, comprendemos que estas emociones son fáciles que aparezcan pero intentaremos no perder la calma, ya que el mensaje que queremos transmitir es que son capaces de disfrutar durmiendo solitos.

Vanesa Gómez – Psicóloga y logopeda